Capítulo I: Nuevos compañeros
Capítulo II: Trabajo de la discordia
Capítulo III: Día de trabajo
Capítulo IV: Una ingrata exposición
Capítulo V: ¿Amor a primera vista?
Capítulo VI: Los Talleres
Capítulo VII: Entre estoques y un amor
Capítulo VIII: Diseñando
Cap. IX: Luces, cámara, acción
Capítulo X: Creando una ilusión I
Sara y Ricardo salen a la avenida principal – “Sara, tomemos un taxi, sino no llegamos, descuida, yo pago” – Dijo Ricardo estirando su mano para detener un taxi.
“¿Llegar a donde Ricardo?” – Preguntó Sara – “Es una sorpresa” – dijo Ricardo justo cuando un taxi le acepta una carrera hacia Miraflores.
Miraflores es un distrito de Lima que queda a muy poco de la playa, se caracteriza por ser un distrito muy contemporáneo, a veces la gente suele pensar que no está en Lima, cuando se encuentran allí.
“Sara, supongo que habrás venido por aquí” – Dijo Ricardo mientras el taxi los dejaba en el parque Kennedy. “Creo, pero cuando era pequeña” – Respondió ella observando todos los cafés y edificios modernos de aquel lugar.
“Llegamos jovencitos” – Dijo amablemente el taxista – “Gracias maestro, cóbrese” – Respondió Ricardo – “Gracias, que tengan una bonita velada”
“Vaya… Miraflores, ¿no?” – Dijo aquella chica con los ojos abiertos – “Me sorprende que vinieras poco por aquí” – Respondió mientras la miraba a los ojos.
“Ven por aquí, quiero mostrarte algo” – Dijo Ricardo caminando hacia la avenida Diagonal – “Espera Ricardo” – Dijo Sara siguiéndolo.
Ricardo apuraba a Sara, caminaron aproximadamente unos 10 minutos y llegaron a un mirador, la vista era impresionante, el Morro solar por donde cayó Alfonso Ugarte se iluminaba poco a poco, el sol se ocultaba en el horizonte y la brisa del mar tocaba suavemente los rostros de ambos.
“Vaya, es… es… hermoso…” – Tartamudeaba Sara ante tan hermoso paisaje – “Sabes” – Respondió Ricardo –Siempre que tengo stress, vengo aquí, realmente me relaja ver el mar, tan calmo, tan dócil, al sol tan radiante ocultándose dando lugar a la noche…” – Añadió Ricardo.
Sara se sentó a su lado y lo miró fijamente “Sonaste como todo un poeta” – le dijo en tono bromista, Ricardo se ríe, ella acerco su rostro a él lentamente, llevando sus labios hasta su oreja de forma que su respiración se hizo audible y suspiro un “gracias por traerme”
– él intentó abrazarla estirando su brazo, ella se percató pero lo dejó seguir, le gustaba sentir tan cerca a Ricardo. “Sabes, me alegro de haber conocido a alguien como tú, creí que serías como el resto de chicos que intentaba algo conmigo…” – Dijo Sara; Ricardo interrumpe – “¿Cómo Vladimir?” – “Si, algo así, pero me doy cuenta que entre todos esos tontos, hay al menos uno que vale la pena…” Dijo Sara acurrucándose en el pecho de él Ricardo, él se puso algo nervioso y la abrazó muy fuerte, Sara “Me siento tan segura a su lado” – Pensó Sara – “Nada podría arruinar un momento tan perfecto como este” – pensó ella, Sara lo abrazó, acerca ligeramente su rostro hacia Ricardo, él también se acerca a ella y en ese momento las olas dejaron de sonar, aquel instante se quedó sellado en la eternidad cuando los labios de la chica tocaron los suyos.
“Gracias Ricardo…” – Murmulló Sara – “A ti por hacerme tan feliz” – Respondió Ricardo.
Más tarde…
Después de una gran velada romántica cerca a la playa y una gran cena en un gran restaurante limeño, ambos jóvenes volvieron a la avenida Diagonal. “¿Dónde debo dejarte?” – Preguntó Ricardo, Sara despreocupada le contesta: “No te preocupes, puedo llegar sola, gracias por las molestias” – “Sara, no quiero dejarte, te quiero acompañar” – Insistía Ricardo – “Bueno, si insistes… ¡Vivo en Manchay!” – Dijo Sara avergonzada dándole la espalda a Ricardo.
“Vaya…” – Respondió él – “Lo sabía, ahora me rechazará… ¿¡Por qué la vida me hace bromas tan crueles!?” Pensó Sara conteniendo la tristeza mientras pasaban los carros y el viento soplaba con el olor salino del mar… “¡Me hubieras dicho antes, tengo un familiar que vive cerca!” – Exclamó Ricardo acercándose a Sara. Sara se quedó en shock – “¿En serio?” – preguntó “Claro, mi tío Rodolfo, de seguro que le gustara verme, lo llamaré al rato para decirle que estoy en camino” – respondió sonriente a Sara – “Genial, ¡nos vamos juntos!” – Exclamó Sara feliz.
“¡ALEJATE DE ELLA MALDITO” – Se escuchó un grito, de la nada una sombra repentina se abalanzó sobre Ricardo propinándole una patada en el estómago.
“¡Dios santo Ricardo!” – Gritó Sara, Ricardo se levantó, era un encapuchado con una pañoleta que le cubría la boca – “¡Aléjate malnacido! “ – Le gritó el encapuchado. “¿Quieres pelea maldito imbécil? ¡Sara, aléjate!” – Le ordenó Ricardo.
Sara retrocedió, el encapuchado corrió e intento darle un puñetazo en el rostro, Ricardo lo bloqueo y lo hizo trastabillar con su pierna derecha, Ricardo enfurecido y con la adrenalina a flor de piel, empezó a golpear al encapuchado, y de una manotada le quito la pañoleta y la capucha. “¡No puede ser!” Gritó Sara, era Vladimir que intentaba recuperar a Sara – “No sé por qué pero presentía que este adefesio iba a volver a la carga” – Dijo Ricardo levantándose, Vladimir se retorcía de dolor por la paliza que había recibido.
“Vámonos Sara, ya perdimos mucho tiempo valioso” – Dijo Ricardo – “¿Te encuentras bien?” – Preguntó Sara – “Estoy bien, solo es un pequeño golpe, quiero que llegues bien a tu casa, vamos, tomemos ese bus”- dijo Ricardo señalando aquel bus y retirándose del lugar con Sara.
Vladimir se quedó en el piso adolorido, la gente se dispersó y nadie lo quiso ayudar “¿Pero porque Sara me odia?” – Se preguntaba – “Yo lucho por su amor” – se dijo a sí mismo – “Pero este dolor es fuerte, mejor voy donde mi chofer y descanso un poco en casa” – pensó mientras se reincorporaba y buscaba a su chofer.
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